Adquirir o conservar el equilibrio tanto en la composición como en el metabolismo y distribución de la microbiota parece asociarse a un menor riesgo de padecer un gran número de enfermedades (autoinmunes, alergias, metabólicas…etc.). Está influenciada por el genotipo del hospedador, por lo que cada persona presenta una microbiota única y con gran variabilidad en su composición.

La microbiota materna ejerce un papel decisivo en el establecimiento de la microbiota de su descendencia.

Durante la gestación se producen modificaciones en la composición y diversidad de la microbiota materna tanto intestinal como vaginal y esta se transmite durante el parto al recién nacido.

El tipo de microbiota que transmite la madre al hijo depende de si se trata de un parto vaginal (bacterias vaginales) o cesárea (bacterias de la piel).Un lactante nacido por parto vaginal presenta una microbiota más protectora frente a la aparición de distintas enfermedades.

Se puede incidir directamente sobre la capacidad inmunitaria y metabólica del lactante con la alimentación. Cuanto más prolongada sea la lactancia, mejor respuesta a la saciedad y menor riesgo de obesidad del lactante a lo largo de su vida.

Es primordial cuidar bien la alimentación del lactante durante los primeros meses de vida hasta cumplir el segundo año ya que es ahí donde se van a asentar las bases de su microbiota hasta alcanzar la madurez.

Diversas enfermedades como el SII, la celiaquía o trastornos neurológicos en los que los regímenes dietéticos específicos como dietas bajas en FODMAPs o dietas cetogénicas y sin gluten se consideran terapéuticas. Estas presentan efectos positivos en los síntomas de la enfermedad. Sin embargo, si se mantienen durante un largo período de tiempo y no hay un control médico, pueden afectar de manera negativa a la composición de la microbiota intestinal produciendo un aumento del riesgo de sufrir sobrepeso y obesidad tanto en la niñez como en la edad adulta.

Tanto en niños como en adultos con sobrepeso, los prebióticos y probióticos son de interés ya que modifican la composición de la microbiota intestinal y afectan a la ingesta de alimentos, apetito, la composición corporal y las funciones metabólicas.

 

En conclusión, una buena alimentación de la mujer gestante y lactante en el parto vaginal, la lactancia materna, una introducción de la alimentación complementaria de acuerdo con las recomendaciones pediátricas y una mesa familiar saludable, son factores clave en el desarrollo de una microbiota intestinal sana que se establecerá durante los primeros años de vida y condicionará su salud en la vida adulta.